La cuna es el club, el lugar en el que surge la pasión, el amor y las destrezas. La diversión es prioridad y paso a paso aparecen la formación y la competencia. Los sueños siempre son grandes y lejanos, pero la vida de un basquetbolista (amateur o profesional) se compone también de pequeños pasos, muchos de ellos en el ámbito asociativo y federativo, quizás los que quedan grabados en su memoria por siempre, porque se logran con amigos, con familia. Nunca deben ponerse en riesgo esas experiencias. Nunca puede siquiera existir la duda de que gran parte de la inversión (ya sea de tiempo, economía u organización) debe estar allí.
La tarea en un club, en una apasionante competencia local, el crecimiento, a veces trae la enorme alegría de la convocatoria a una selección asociativa y en Santa Fe eso es motivo de orgullo, porque hay talento en todas partes y no es sencillo ganarse un lugar. Las familias se conmueven, los chicos se ilusionan y el que hoy no está, trata de mejorar para llegar. Ponerse la camiseta de su Asociación para jugar un provincial está entre los impactos más grandes de los chicos y chicas que se inician en el básquet, porque involucran semanas de preparación ardua, días intensos de competencia pero también de diversión. En definitivas vivencias únicas que exceden largamente lo deportivo, que unen, que conmueven y que enseñan desde la alegría o la frustración. Y en Santa Fe, con difusión, movida y respeto por todos y todas, eso se nota mucho.
Lo mismo pasa en los Argentinos de Clubes, en los que la pelea por el título provincial moviliza a equipos de todos los rincones de la Bota y los obliga a superarse, pero también a conocer. Hoy no se puede, pero ya va a volver. Salir campeón de Santa Fe tiene tanto valor como llegar a la etapa nacional, no puede resignarse una competencia abierta, en la que todos pueden soñar, no sólo algunos elegidos.
Pero claro, un grupo tendrá la responsabilidad de defender la camiseta en los Argentinos, los torneos más tradicionales del deporte nacional, el certamen que dejó huellas contra todo, que aguantó cimbronazos y siempre salió a flote, porque es tradición pero también es realidad, porque es básquet en estado puro. Porque, una vez más, representa mucho más que un partido. Por eso desde los pibes hasta los veteranos resignan cosas para estar y viven semanas emotivas, que recuerdan para siempre. Con su gente, por su tierra. Hay que defenderlo a como dé lugar.
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